ELLOS OPINAN RD
Por: Ámbar Frías
SANTO DOMINGO, RD.- Aunque las lluvias provocadas por la tormenta Melissa ya han dado tregua en el Gran Santo Domingo, la angustia, la desesperación y la frustración persisten entre los residentes de Santo Domingo Oeste.
En esa demarcación cientos de familias lo perdieron todo pues, aunque la estructura de sus casas sigue en pie, dentro de ellas no quedó nada.
Durante un recorrido realizado por Hoy en el Residencial Ureña, una urbanización habitada por familias de clase media, se constataron los daños provocados a numerosas viviendas luego de que la Cañada de Guajimía y la del barrio El Abanico se desbordaran y rompieran tres de las paredes perimetrales del complejo.

La escena se explicaba por sí sola: casi una semana después de la inundación, la marca de lodo dejada por el agua aún era visible en el techo de las casas, lugar hasta donde había alcanzado.
A diferencia de otras zonas vulnerables del municipio, el Residencial Ureña está compuesto principalmente por viviendas de dos niveles, muchas de ellas con vehículos y mobiliarios costosos que también fueron alcanzados por la crecida.

Las viviendas ubicadas en la parte más baja del condominio fueron las más afectadas, pues a pesar de quedar sumergidas casi por completo, la presión con la que el agua penetró quebró puertas y ventanas, obligando a los residentes a buscar refugio en la planta superior de sus hogares.
Según relató Félix Ramírez, presidente de la junta de vecinos del residencial, el desastre se produjo el miércoles de la semana pasada, cuando el agua se metió en su casa dejándolo varado en la parte superior hasta ser rescatado por agentes de la Guardia Civil, quienes lo sacaron con una soga.

Ramírez explicó con resignación que, desde hace un tiempo, solo habita la parte superior de la casa por miedo a perderlo todo en una inundación.
Otra de las vecinas, Ilsa de Asís, de 72 años, narró que en el momento que la presión del agua derrumbó una de las paredes, el estruendo fue como si hubiesen detonado una bomba y segundos después, sin darles tiempo siquiera a entender de dónde provino la «explosión», el agua ya había penetrado de golpe en la parte baja de su casa.

«Mira cómo fue que quedó todo: la mesa, el mueble, aparte de la asquerosidad y lo mal que huele. Así quedó mi casa y no hay nadie que te responda por lo que le pase a tu casa y eso no es justo», decía Ilsa entre lágrimas, mientras mostraba cómo el agua había dañado todos sus muebles y electrodomésticos.
Asimismo, advirtió que esta no es la primera vez que el residencial enfrenta una situación similar. En las inundaciones ocurridas en los noviembres del 2022 y 2023, la historia fue prácticamente la misma: paredes reventadas, casas rebozadas y vehículos ahogados.

Ante esta difícil situación los residentes afectados piden la intervención de las autoridades, no solo para retirar los escombros y limpiar el cauce de la cañada, sino también para reconstruir las paredes colapsadas.








